Jorge Eliécer Gaitán gran orador y agitador de masas.

Las víctimas tienen la palabra. El 9 de Abril es una fecha para la memoria de las víctimas y nunca olvidar el punto de partida de nuestro desangre, cuando en 1948 fue asesinado el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá. Desde ese día, hace 65 años, la violencia con escasos y cortos respiros se ha ensañado en contra de la población colombiana invocando todos los nombres posibles.

A la 1:00 de la tarde, el abogado liberal nacido en Bogotá en el barrio las Cruces, pero criado en el tradicional barrio Egipto, recibió tres disparos, dos en la cabeza y uno en el pecho. El cuerpo ensangrentado y moribundo del caudillo Gaitán fue trasladado a la clínica Central. A las 5:00 de la tarde del fatídico 9 de Abril tras conocerse el deceso del hombre favorito de las masas, Bogotá se convirtió en un campo de batalla. Todo fue destrucción. La turba enardecida atacó todos los edificios públicos, su consigna violenta amenazaba con derrocar al presidente conservador Mariano Ospina Pérez. Hasta la Policía exigía la renuncia del gobierno de turno.

El señalado agresor, Juan Roa Sierra, fue linchado por la multitud presente en la céntrica zona capitalina que recorría Gaitán en compañía de Plinio Mendoza Neira, padre del periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza. De acuerdo con este último, en la escena del crimen no había uno, sino dos atacantes. Y mucho se dijo en la prensa de la época sobre la infausta participación de Roa Sierra, otros de manera categórica señalaron que el asesino no fue quien todos creyeron y que cayó ajusticiado por los presentes.

En medio de la polarización más aguda de los últimos años, por cuenta, paradójicamente de la paz nacional, saldrán a marchar miles o millones de colombianos hoy bajo el estigma y el rótulo de ser o no simpatizantes de las Farc. Hoy 9 de Abril es un día para recordar el punto de partida de nuestra tragedia. 65 años en los que la violencia no ha dado más de una semana de tregua. Jorge Eliecer Gaitán, dueño de una oratoria capaz de agitar las masas, y predicador de la paz, nunca imaginó que su muerte desestabilizaría al país por tanto años y es absurdo que mentes obtusas aún no comprendan su legado y hoy lo asocien al patrocinio de la subversión.

Desde este espacio hacemos un llamado para que reflexionemos sobre nuestro papel en la construcción de la tan anhelada paz nacional. Sea que marchemos o no, hagamos un alto en el camino y evaluemos el impacto de tantísimas muertes. Callemos la voz de los violentos con el clamor decidido, sereno y pacífico por la paz.