Capurganá, que en la lengua de los cunas significa tierra de ají, es un hermoso y esquinero corregimiento de Acandí en el Chocó, con bahía, mar de intensas aguas y de olas burbujeantes que esplendorosas chocan con los acantilados y formaciones rocosas que se extienden casi que simétricamente por sus playas. Es un apacible poblado, sin carros, con carretillas de caballos y 10 motos, de acuerdo con el último censo.

Capurganá experimenta oleadas de turistas, tiene épocas de gran fervor turístico y otras de escasa y precaria ocupación. El poblado aún recuerda la toma guerrillera de 1999, subversivos agobiados por el hambre que bajaron a guarecerse en su paraíso atemorizaron a la población, ante esta situación, el otrora prestante Decameron cerró sus puertas. Según recuerdan sus moradores tenía ocupaciones de más de un centenar de turistas por cada día del año. Ante la inminencia de  una nueva embestida guerrilerra, muchos turistas dejaron de visitar la bahía, por fortuna esta fue la única incursión de la guerrilla en tan bello territorio y tiempo después volvió la actividad turística a recuperar su esplendor.

Otro hecho que diezmó la frecuencia de visitas turísticas fue el paro que lideró su comunidad para exigir un servicio eléctrico fluido y sin tantos cortes. Esta batalla la ganó la comunidad que llevaba más de 20 días sin electricidad porque las dos plantas estaban malas. El paro cívico sirvió también para que Acandí exigiera atención hospitalaria decente, planta de tratamiento de agua y de igual forma resolver el hacinamiento del colegio.

Durante 8 días en mayo de 2013, la comunidad se organizó y decidió no dejar salir ni entrar ninguna tripulación ni por vía acuática ni aérea hasta tanto el gobierno se comprometiera a arreglar su problema de energía. La cortaban arbitrariamente y sin aviso alguno. Algunos turistas extranjeros llamaron a sus casas a decir que los tenían retenidos y que estaban aguantando hambre, pero la verdad es que la comunidad hacía suculentas comidas que repartía entre los visitantes y los hoteles los hospedaron durante los días que duró el paro cívico. Como consecuencia del levantamiento, el hotel Almar cerró sus puertas después de 30 años de operaciones. Hoy sus instalaciones sirven al hotel Nautilus, la aerolínea ADA salió del aeropuerto Narcisa Navas que es manejado por la Junta de Acción Comunal y en la actualidad opera con dos vuelos semanales la empresa Servicios aeronáuticos de Capurganá “Searca”. ADA migró a Acandí en donde ofrece un vuelo diario hasta Medellín.

El tránsito constante de turistas que vienen de Centroamérica hacia Suramérica, convierte a Capurganá en un escenario ideal para que extranjeros se hospeden en su territorio. “Capurganá, puerta de Suramérica” es el apelativo que se viene acuñando y nada más cierto que ello si la excursión es por mar. Para pasar de Panamá a Colombia, se debe cruzar primero por un caserío llamado Puerto Obaldía, jurisdicción panameña, sin muchas atracciones, habitado por policías desatalajados y desabrochados, hay un cónsul colombiano que agita sus manos para sellar pasaportes. La verdad este paraje no resulta para nada atractivo, también hay una extensa colonia colombiana instalada allí en este otrora puerto comercial, ni huellas quedan de su pasado como zona de intercambio de productos, ahora se ofrece como paso obligado y estéril, pero tal vez en el futuro próximo ofrezca nuevas alternativas al viajero. Desde este poblado hasta Capurganá hay 30 minutos en lancha, si se viene desde Panamá se pagan 15 dólares y si el trayecto se emprende desde Colombia son 25 mil  barras o pesos. Allí hay un pequeño aeropuerto con un vuelo diario a ciudad de Panamá en avionetas de no más de 13 ocupantes, ida y regreso por Air Panamá puede valer 237 dólares, pero hay que reservarlo con mucha antelación para conseguir un cupo, que en ocasiones es asignado más por preferencias del vendedor que por orden de llegada.

Puerto Obaldía
Puerto Obaldía

Pero volvamos a Capurga. Los extranjeros que llegan se hospedan en hostales, cuya noche oscila entre 40 y 50 mil pesos. Los propietarios de estos establecimientos lidian con estos avezados mochileros, que exigen conocer y repasar una y otra vez su cuenta. Se sientan hordas de internacionales en las sillas de los establecimientos comerciales a degustar una deliciosa bebida agria nacional, la cerveza.

El Pueblito
El Pueblito

En la mañana, cuando el sol ya despunta intensamente, el muelle se activa y se ve atiborrado de viajeros esperando la panga con destinos distintos: Turbo, a dos horas de viaje, por allí salen quienes van a Medellín o la costa caribe por tierra tocando las costas y las montañas de Urabá, el boleto vale 55 mil pesos; Acandí, a 25 minutos, por allí salen los viajeros que se van en el vuelo de las 11 am hacia Medellín, el boleto tiene un valor de 20 mil pesos y también salen las lanchas a Puerto Obaldía para embarcarse al vecino Panamá.

Muelle
Muelle

Existen también cómodas opciones para pasar la noche con la mejor atención y una de ellas, que subrayamos y resaltamos es el hotel Los Robles, contiguo al Calipso, que hoy ocupa las antiguas instalaciones del Decameron. Los Robles, es atendido por un entusiasta antioqueño, Mauricio Cuartas, que recibe al anfitrión con una helada bebida de panela y limón. Frondosos árboles frutales y ornamentales decoran este bello paraje de confortables habitaciones, hamacas, ardillas, pájaros exóticos, aromas silvestres y campestres y una excelente atención. Todo, todo en un mismo lugar. Un congelador con variedad de jugos al alcance del huésped que abre con desparpajo, con este simple acto se siente uno como en casa. “Los Robles” tiene un encanto sin par, está enmarcado por la exuberante naturaleza, es un santuario de fauna y flora que atrapa y embruja al huésped. También es un gusto sentarse en su cocina, en una interminable barra de madera que acaba en donde empiezan las historias narradas por Mauricio, perfecto anfitrión y cómplice de deliciosos días de descanso. Un perro imponente y gracioso de raza dóberman, es el custodio del predio, no es bravío ni altivo, tiene la mansedumbre de las criaturas de Dios.

Los Robles
Los Robles

Distintos son los parajes que se pueden recorrer y uno de ellos tiene un encanto mágico y sublime, reserva la coquerita, a tan solo 20 minutos de la playa del Nautilus y de las ruinas del Alcazar Real. El viajero se interna por un camino montañoso que se insinúa difícil, pero que es fácil recorrer, solo hay que seguir el monte. Se pasa por la majestuosa formación rocosa, conocida como la piscina de los dioses, porque las aguas del mar en el primer trimestre del año se encaraman por las gigantes piedras. Igualmente, el caminante se topa en este trayecto con una playa en donde cientos de chanclas son arrastradas por el mar, de todos los estilos y marcas de la más simpática manera llegan las chanclas que escupe el mar. Al llegar a la reserva, Remberto, un hijo de Triganá, de tez morena y pelos ensortijados sale al auxilio del visitante, le ofrece una helada limonada en vasija de coco seco o si éste lo prefiere una bebida helada de té de Jamaica, ahora sí, a darle comida al ojo, majestuoso e imponente se filtra el mar en una isla de rocas. Arriba, una poza de agua dulce y fría, un jacuzzi natural en las alturas con el mar de fondo, impecable e indescriptible paisaje. La entrada tiene un modesto valor de dos mil pesos. La casa es una cueva de piedra, madera y reciclaje, enclavada en el monte y construida en el lugar que Remberto encontró hace más de 25 años, cuando un día se echó a andar por el monte bordeando el mar, apenas encontró la piscina de piedras, decidió construir en las alturas su nuevo hogar y junto con  su compañera, Sonia, una argentina emprendedora y amante de la naturaleza, administran este bien que ya no les pertenece.

La coquerita
La coquerita

Estando en  Capurgana es recurrente visitar Sapzurro, último pueblo de Colombia en la frontera con Panamá, se sale desde el muelle y un parroquiano con libreta en mano cobra 1500 pesos de tasa portuaria. Son 10 minutos en lancha, allí se baja el turista y recorre un pueblo pequeño de calles organizadas y pintorescas casas muy frescas y bonitas. Es preciso encargar el almuerzo, nosotros lo hicimos en casa de un robusto colombiano, pedimos pargo sudado, delicioso, es una opción recomendada. Unas escaleras empinadas, bien emparejadas deben ser sorteadas para llegar al mojón donde un guarda panameño con escasa agilidad anota las cédulas de los visitantes, porque es indispensable llevarla para pasar a la miel, localidad panameña, el descenso ya se hace por unas escaleras desorganizadas e interrumpidas, pero se llega a una calle de casas limpias y aseadas, más adelante se choca con una placa de una obras inaugurada por Ricardo Martinelly, presidente saliente de Panamá, ejerciendo soberanía sobre su territorio.  Allí ya se recibe el dólar, en el mar de verde intenso y de coquetas olas se refresca el visitante. Balboa, es la cerveza que impera en este territorio y que refresca el gaznate de los afortunados exploradores que maravillados pisan sus predios. Una tienda sacada como de película gringa con productos importados atormenta a los turistas que se sienten atraídos por tan genuina mercancía: lociones, relojes, juguetes, ropa, bolsos y licores componen sus exuberantes vitrinas.  Es la modernidad enclavada en un pintoresco pueblito que por momentos parece detenido en el tiempo.

Sapzurro
Sapzurro

Así es Capurganá, un excelente destino con muchos paisajes, colores y sabores, gastronomía chocoana, platos cocinados con la cadencia de sus gentes. Este fue nuestro recorrido por la tierra del ají, destino que merecemos descubrir. Abandonémonos al encanto.

Capuraganá
Capuraganá