Por: Juan Fernando Pachón B
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@juanfernandopa5

Hemos sido testigos de primera clase de una generación dorada en el fútbol mundial, y me considero afortunado de haber asistido a un hito en la historia del balompié. Barcelona Futbol Club resumió a lo largo de varios años la excelencia puesta en práctica del deporte rey. Pero así como la materia prima de “La masía” ha engrandecido a la institución azulgrana en esta etapa memorable, también merece un capítulo aparte su pragmático entrenador, Joseph Guardiola. Hay quien piensa que con semejante nómina un director técnico estaría de más. Pero también es cierto que se requiere de mano y arte para manejar los egos de una plantilla de tales dimensiones.

Guardiola

Es claro que Barcelona es destinatario de lujo de  baluartes dignos del tesoro nacional: “Xavi, Iniesta…, y la joya de la corona, Messi, considerado por muchos como el sucesor natural de Maradona”. Durante casi un lustro, el equipo de ensueño maravilló a propios y extraños. Los rivales de turno solo atinaban a defenderse dignamente, pero en sus primarias intenciones se quedaban absortos al toque hipnotizante de los pupilos de Pep, y sin percatarse siquiera veían impotentes como encajaban goles y más goles. Ya se han analizado hondamente las bondades de los jugadores, pero es tiempo de “entrar en el juego” a su conductor.

Guardiola es un emblema en el club, tanto en su etapa como jugador (donde también conformó el Dream Team de los años 90’s) como hasta hace poco, sentado en el banquillo. Sin embargo, sus aptitudes como adiestrador (y por ende sus logros deportivos) han sido puestos en tela de juicio, en el sentido de que su aporte desde la raya nunca ha estado a la altura de la calidad técnica de sus pupilos. No obstante, lo que no debería discutirse es ese gran espíritu triunfador que ha impartido a sus dirigidos. Más allá de cuestiones tácticas, a Guardiola hay que valorarlo por la gran familia que supo formar, a pesar de la feroz globalización que actualmente amenaza al mundillo del fútbol, y a la determinación férrea que imprimió en sus dirigidos a la hora de encarar un partido, cualquiera fuera el rival.

Después de una prolongada etapa de ensueño a cargo del club, Guardiola dio un paso al costado, saliendo por la puerta grande (aunque existe un fuerte rumor que indica que salió porque avizoró sagazmente que el barco se empezaba a resquebrajar), después de iluminar los estadios del orbe con su maravilloso estilo de juego. Muchos expertos en la materia, y curtidos de asistir a toda clase de épocas y estilos, se rindieron a los pies del denominado “mejor equipo de todos los tiempos”. Sin embargo, casi como una cruel ley natural, todo lo que sube, baja.  En días pasados el mundo futbolístico no daba crédito a la abismal diferencia que se reflejó en el marcador global de la confrontación por liga de campeones (7-0) que le propinó el portentoso Bayern Munich al otrora equipo monarca. ¿Será el fin de un ciclo? ¿Barcelona es en su mayor porcentaje, el aporte de Messi? ¿Era Guardiola tan definitivo en la estructura del equipo? ¿Debería la liga española restructurar sus cimientos y tratar de equilibrar en mayor grado el torneo, eliminando así el oportuno San Benito de: “Una liga de dos”? ¿La diferencia en el terreno de juego refleja la actual situación económica de la Unión Europea, donde Alemania empuja con bríos y España se deja llevar?…La próxima temporada lo sabremos.

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Como una gran oportunidad que el destino le brinda, de aclarar de una vez por todas que su peso específico en el fútbol es (y será) digno de ser recordado, el entrenador catalán debe observar esta nueva etapa como adiestrador del verdugo de su equipo del alma. Es una moneda de dos caras, ya que recibe a un equipo en la cúspide mundial (independientemente del resultado de la final en Wembley), que osó arrebatarle esa dignidad a un Barcelona huérfano de grandeza. Cualquier hijo de vecino podría ver esta coyuntura como un guiño del destino, que una vez más le regala un equipo de lujo con “Tan solo algunas cosas que innovar”, pero también podría ser la oportunidad para demostrar sus cualidades como verdadero D.T de raza. Sin embargo, podría ser una caída estruendosa, pues aún yace a la sombra de su reciente  legado en el Barcelona, y por si fuera poco, el listón que puso Jupp Heynckes (entrenador saliente del club Bávaro) está demasiado alto. Bayern es dueño de un estilo vertiginoso. Es fiel exponente de un fútbol más físico y vertiginoso, donde se combina a la perfección velocidad y precisión. Claramente, es un estilo diametralmente opuesto al practicado por El Barcelona Fútbol Club, otro factor que sumaría en las posibles contraindicaciones al éxito de Guardiola… Pero de lograr estampar su sello personal en “La máquina de Munich”, y aderezarlo de gloria, la discusión estaría zanjada.

Amanecerá y veremos. Todo está por definirse. ¿Barcelona volverá a ocupar la silla del soberano? O ¿Bayern continuará en la cima? En cualquier caso, solo en Guardiola está la potestad de erigirse en leyenda o de cargar con el peso de haber recibido, por una simple cuestión de azar, a una generación mágica que lo arrastró involuntariamente al éxito.

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