Por Rodrigo Maya Blandón
@mayatelevisión

Una fila de más de 700 estudiantes frente a las puertas cerradas del teatro Camilo Torres de la Universidad de Antioquia, picó mi curiosidad y decidí hacerla. Diez minutos después la fila fluyó y copó poco más de la mitad del aforo del teatro. La motivación era un conversatorio con los caricaturistas: Vlado, Matador y Mico.

El tema no pasó de Uribe y del Puro Centro Democrático. También se rajó un poco de Santos, Pastrana y Samper y nuevamente de Uribe. Hasta que llegó el punto de las preguntas y del absurdo.  Un joven (después supe que tenía 48 años, que había cursado tres carreras y que ostentaba el poder del movimiento estudiantil desde hace 16 años)  tomó el micrófono y le preguntó a Vlado que él por qué trabajaba para la burguesía (revista Semana) y no para las causas populares. La respuesta empezó con una manifestación de principios muy seria y malhumorada que se volvió caricatura: “Yo vendo mi trabajo, no mi conciencia” y con un tono cada vez más ácido e ingenuo trató de rematar la faena con ejemplos históricos que se convirtieron en una pipeta explosiva tipo FARC, que derrumbó los mitos revolucionarios que los líderes estudiantiles de izquierda han mantenido por décadas. Dijo, para justificar su trabajo en un medio de comunicación burgués, que los grandes revolucionarios de la historia no habían sido ni obreros ni proletarios, que Marx era un potentado, que Engels era un millonario burgués y que Lenin era un terrateniente.  Cinco minutos después de este derrumbamiento de mitos revolucionarios, la dirigencia del movimiento estudiantil en pleno, abandonó el teatro en silencio.

Esa actitud abasurda, me dio risa. Creí que el tiempo se había detenido y recordé que en ese mismo escenario, en 1971, en las asambleas estudiantiles, rechiflábamos a rabiar a un joven liberal, que con unos libros en la mano, después de hacerse anotar en el uso de la palabra,  subía al estrado. El aforo completo del teatro Camilo Torres se quedaba en silencio mientras este joven decía: “Compañeros, a la universidad se viene es a estudiar”. La rechifla duraba 15 minutos que este joven resistía con estoicismo.  Iba a todas las asambleas. Y se repetía la historia. A veces la rechifla era intermitente, como un juego preparado: le hacíamos silencio después de 10 minutos de rechifla y él volvía a repetir lo mismo. Y nueva silbatina. Hasta que Amilkar Acosta, el líder de ese movimiento estudiantil revolucionario, le pedía al compañero liberal, Álvaro Uribe Vélez, que permitiera la continuación de la asamblea pues había importantes decisiones que tomar. El joven Uribe abandonaba el estrado y el movimiento estudiantil revolucionario y combatiente, bajo la dirección del gran Amilkar, maoísta y moirista, seguía discutiendo si el paro mas conveniente era el de dos meses o el de tres.

En ese movimiento estudiantil perdí 4 años académicos en paros, cierres y asambleas permanentes. Y como yo, perdieron igual tiempo cerca de 10.000 estudiantes universitarios colombianos. El total de años de estudio tirados da escalofrío y vergüenza: 40.000 años de formación universitaria. Amilkar Acosta, el maoísta que nos dirigía y a quien le rendíamos culto revolucionario, devino en liberal, congresista, viceministro de minas y energía y hoy goza de una pensión súper millonaria. El joven liberal fue después presidente de Colombia. El absurdo me hizo reír nuevamente.

De aquel conversatorio de humoristas, salí pensando que ese movimiento estudiantil lo debería haber liderado ese joven liberal de baja estatura. Nos habríamos evitado la pérdida de 40 mil años de estudio. Pensé, también, que si le hubiéramos permitido hablar en las asambleas, no tendría hoy la manía del twitter pendenciero ni la necesidad insaciable de hablar por el medio de comunicación que le pongan a su alcance. La risa, remedio infalible.