Por: Azael Carvajal
azcarma@yahoo.com
El pasado diez de diciembre, celebramos, una vez más, el día internacional de los derechos humanos. Estamos ante un asunto que debería recordarse en forma permanente, en especial, desde los medios de comunicación, por ser una misión esencial de éstos, para propiciar su difusión pedagógica, de manera que se despierta la conciencia de todas las personas, para que poco a poco, el significado trascendental de ellos, haga parte de la vida cotidiana. Porque al conocerlos, practicarlos y respetarlos, tales comportamientos tendrán efectos muy positivos en toda la sociedad y van constituyendo y construyendo una cultura ciudadana y política que cambiará la convivencia, la coexistencia y la forma de ver, afrontar y resolver los problemas que son inherentes e inevitables y muchas veces hasta necesarios en la vida en comunidad.

Sin embargo, la mencionada fecha, pasó sin la debida, la merecida y la indispensable recordación, tarea que nos compete a todos, pero empieza por las autoridades, las organizaciones sociales, la academia, los medios de comunicación y la lista se puede extender más, porque es un compromiso que nos vincula, sin excepción alguna.

Por tanto, vale la pena hacer una corta pero concreta reflexión y aplicarla al caso de Colombia, donde seguimos viviendo una situación, considerada siempre grave en aspectos cotidianos, entre ellos, el relativo a la perturbación al orden público, entendido como los actos de quienes afectan la convivencia pacífica, que también todos reclamamos, pero que seguramente pocos aportan lo mínimo que está a su alcance, como es su conducta individual para tan loable y difícil propósito.

Aunque, como muchas veces se diga que es predicar en el desierto o sembrar en tierra estéril, nosotros no podemos resignarnos a guardar silencio, sino, todo lo contrario, utilizar razonablemente el instrumento de la palabra para llamar la atención de todos, para que al menos algunos sean solidarios y así, formemos una cadena que cada día aumente, con quienes sean conscientes de que tenemos que pasar del comportamiento pasivo e indiferente a asumir la enorme responsabilidad social que tenemos de sumar adherentes a una causa que empieza en cada uno de nosotros. Y de esa manera, día tras día, podemos apreciar que crecemos convencidos de que nuestra modesta contribución produce los resultados que nos proponemos.

En síntesis, pasar de la inacción a la actividad dinámica, que empieza por una conducta pacífica de cada persona. Se sigue con conocer, estudiar y compartir la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, para cuyo fin, los medios de comunicación están en el deber de publicarla. Y que a la vez, los medios de comunicación orienten para consultar portales y textos que aumenten el conocimiento del material que nos es pertinente. Serán pasos iniciales para una tarea que cada día es más estimulante y que, sin la menor duda, será muy provechosa para aplicarla en la vida diaria.