¿Qué nos dejaron las elecciones de los consejos municipales de juventud?

@SerAlejan25

Por: Sergio Calderón
Líder cívico y social de Alejandría

Los consejos municipales de juventud, creados formalmente por la ley estatutaria de ciudadanía juvenil en el año 2013, fueron reglamentados recientemente por la Ley 1885 de 2018. Un pendiente que duró 8 años en concretarse en el papel y 3 años en ponerse en marcha, puesto que solo hasta 2021 se escogieron, mediante voto popular juvenil, los primeros consejos municipales de juventud en la historia de Colombia mediante esta modalidad.

Dentro de sus funciones está la vigilancia, el control y la veeduría a las administraciones públicas en lo que tiene que ver con las agendas juveniles y sus presupuestos; pero además, los CMJ también están llamados a crear y proponer estrategias encaminadas a dignificar la vida de las juventudes en sus territorios. Todo esto mediante interlocución y consenso con la institucionalidad.

Las elecciones de los CMJ realizadas el pasado domingo 05 de diciembre donde podían votar personas entre 14 y 28 años de edad, dejan varios elementos para el análisis. A nivel nacional, de 12 millones de jóvenes habilitados para votar solo votaron 1.279.639, es decir, el 10,42 por ciento del censo electoral juvenil. En el municipio de Alejandría el comportamiento fue similar. De un potencial de 1.158 jóvenes habilitados para votar, solo acudieron a las urnas 182, equivalente al 15,7 por ciento del censo. Además del gran porcentaje de abstencionismo electoral, el alto porcentaje de votos nulos también genera preocupación. En Colombia fueron 291.000, casi el 23% del 1.2 millones de votos; y en Alejandría fueron 35, el 19,22% de los 182.

Si el análisis político se realizara solo en perspectiva cuantitativa, el panorama sería absolutamente desalentador. No obstante, la política electoral que se determina por votos – es decir, por números– tiene mucho de cualitativa, hay otros factores adicionales a los números que la determinan. Por fortuna el dato por el dato no habla. A los datos hay que ponerlos a hablar. Hay que dotarlos de sentido. De tal suerte que es necesario interpretar los resultados de las elecciones de los CMJ a la luz del contexto social, político e histórico de nuestro país, y más precisamente, de este grupo poblacional. No nos dejemos obnubilar por las cifras.

La Registraduría Nacional, con el 99, 99% de las mesas informadas, reveló que el mayor número de votos en las listas independientes fue para ‘Unidad Popular- Cali en Resistencia’ con 2.345; en los procesos y prácticas organizativas, la Asociación Red Departamental de Jóvenes del Cauca con 2.352 logró el mayor número de votos y frente a los partidos, el que más obtuvo fue el Liberal con 100.553, seguido del Partido Conservador y luego Cambio Radical.

Este contraste plantea varios asuntos. En primer lugar, el abstencionismo electoral en Colombia es el resultado de fenómenos sociales y políticos de mayor complejidad como la pérdida de confianza y legitimidad de los ciudadanos frente a sus instituciones; según Invamer (2021), el Congreso de la República alcanzó este año el porcentaje más alto de desaprobación en los últimos 20 años con una imagen desfavorable del 87 por ciento. A esto se suma la desaprobación a la gestión del gobierno nacional y la falta de credibilidad en las instituciones administradoras de justicia.

Consecuencia de esta crisis política, hemos visto en los últimos años –precisamente desde 2019– una escalada de las protestas sociales en nuestro país. En el primer semestre del año en curso, las diferentes agremiaciones y movimientos sociales salieron masivamente a las calles a manifestarse en contra de la Reforma Tributaria, allí las juventudes fueron claves en el mantenimiento y dinamización del paro nacional. Se les vio en las calles, en los medios de comunicación y en las plataformas digitales manifestando su inconformismo e indignación.

Los consejos municipales de juventud son un producto de estas coyunturas. Luego de la alta participación juvenil en las diferentes jornadas y repertorios de movilización y protesta social, el gobierno nacional decide convocar a estos comicios. Se fijó una fecha para octubre, luego para noviembre y finalmente se terminaron realizando en diciembre.

Con esto se buscaban dos cosas: uno, sacar a los jóvenes de la calle y debilitar las protestas; y dos, cumplir con el estatuto de ciudadanía juvenil que llevaba 8 años de retraso.

Los resultados de estas elecciones, a la luz del contexto social, histórico y político de nuestro país indican varias cosas. En primera medida, que el gobierno nacional se precipitó en la realización de los comicios; en tanto faltó tiempo para hacer pedagogía política y formar a las juventudes, además de generar la respectiva sensibilización con las instituciones educativas y las entidades que intervienen directamente al público juvenil. Al mismo tiempo se evidencia la capacidad de los partidos tradicionales para desplegar sus maquinarias y convocar votantes, toda vez que, aunque en la política general se vaticina que serán los más afectados en las contiendas electorales de 2022 por su nivel de desgaste; en las elecciones de los CMJ lograron demostrar su capacidad de organización interna y la efectividad de sus clientelas políticas. De 927.366 votos válidos a nivel nacional, 340.213 son a favor del partido Liberal, el conservador, cambio radical, el partido de la U y el centro democrático. Esto demuestra que más de la tercera parte de los jóvenes votantes ya estaban organizados en estos partidos y hacen parte de su base electoral. Para los jóvenes no organizados, competir contra estas fuerzas políticas de vieja guardia que poseen gran capacidad financiera y burocrática; era una tarea titánica.

Contrario al panorama nacional, en nuestro municipio, Alejandría, se observó un comportamiento diferente en términos de la conformación de las listas y de los enfoques de campaña. Vimos jóvenes creativos, disciplinados y comprometidos con sus candidaturas; sin mucho presupuesto, lograron visibilizarse y llevar a buen puerto sus proyecciones; no agredieron a sus contendores ni torpedearon el camino de sus oponentes, con altura moral y sentido ético participaron de la contienda. No obstante, es necesario decir que faltó acompañamiento de las diferentes instituciones que trabajan con las juventudes Alejandrinas. Muestra de ello fue la poca participación de jóvenes secundaristas y de jóvenes rurales. Y sin duda, la cantidad considerable de votos nulos habla de la falta de pedagogía electoral por parte de las fuerzas políticas juveniles y del poco acompañamiento de los actores políticos en general que, aunque no fueran jóvenes, debieron abrazar y rodear con su experiencia a las juventudes de nuestro municipio.

Estas elecciones dejan un sabor agridulce, muchos aprendizajes, pero sobre todo un derrotero de preguntas que nos deben interpelar a todos. ¿Qué pasó con los 11 millones de jóvenes a nivel nacional y con los 976 jóvenes Alejandrinos que no salieron a votar? ¿Cómo convocar a este público a participar de la política electoral de nuestro país y nuestro territorio, pese al desencanto, la falta de credibilidad, la desconfianza y el escepticismo generados por décadas de malas prácticas políticas, de corrupción, de despotismo y de saqueo de lo público por parte de quienes han ocupado los concejos municipales, las alcaldías, las gobernaciones, las asambleas, el Congreso y la Presidencia de la República? ¿Cómo reencantarnos juntos, (jóvenes, adultos, adultos mayores, mujeres, campesinos, trabajadores, y sociedad en pleno) de la política electoral?, ¿Cómo reencantarnos de algo que, aunque nos genere angustias y vejámenes, es necesario para seguir viviendo en sociedad?